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Danza con chorros

Hace mucho tiempo (digamos, en 2006,aunque recuerdo haberla escrito mucho antes de ese año, que es cuando fue publicada en La idea fija) escribí esta nota sobre la estafa nigeriana y el scambaiting. Y yo estaba más que convencido que, eventualmente (luego de algún rediseño, por ejemplo), la había levantado de La idea fija y la había puesto acá. Pero se ve que no lo hice. Hasta hoy, que la pongo. Así que disfruten de ella, teniendo en cuenta que no la he actualizado y que tiene los seis años que tiene.



¡Ah, los placeres de la vida online! Uno prende la compu, se conecta para leer los mails y se encuentra con una cantidad de mensajes “basura” gracias a los cuales podremos conseguir viagra barato, disfrutar de un fin de semana en la Florida, poseer la discografía completa de Ricky Martin en MP3, aprender a bailar salsa o recargar nuestros cartuchos de tinta vacíos. Pero también nos encontramos con otros cuya intencionalidad no es tan clara y evidente: cadenas de solidaridad con niñitos que necesitan transplantes, junta de firmas por los derechos de las mujeres afganas o melosos textos falsamente atribuidos a Borges, Shakespeare o García Márquez. Y algunos afortunados incluso recibimos suculentas propuestas de negocios desde África. De estas propuestas africanas trata esta nota. ¡Bienvenidos al maravilloso mundo de la Estafa Nigeriana!

URGENT ASSISTANCE

Bajo este encabezado (o una variación de él) nos encontraremos con que alguien que puede ser, entre muchas otras cosas, algún pariente de un dictador depuesto, la viuda de un industrial, unos huerfanitos, un grupo de ingenieros petroleros, el director de un hospital, la hermana de un rey en problemas, un refugiado de algún desastre reciente o un rico moribundo imbuído de piedad cristiana. Ese alguien generalmente es nativo de algún país africano (originalmente Nigeria, de allí el nombre de la estafa) y nos cuenta que posee una suculenta suma de dinero atrapada en el sistema financiero de su país o depositada “en dos baúles” en una compañía guardamuebles. Por equis razones adecuadas a su historia no puede disponer legalmente de esta suma y necesita la ayuda de un inversionista extranjero para recuperar ese dinero, que siempre supera las varias decenas de millones de dólares. Obviamente, nos propone ser ese inversor extranjero, lo único que tenemos que hacer es prestarle nuestra cuenta bancaria y, como recompensa por nuestra gentileza, recibiremos un porcentaje de la fortuna que ayudaremos a mover.
¿Quién podría rechazar tan interesante propuesta? ¿Quién le diría que no a la posibilidad de ganar fácilmente unos milloncitos de dólares? ¿Eh?
Si tu respuesta es “cualquiera con dos dedos de frente”, lamento desilusionarte, el ser humano es un bicho ambicioso y puede llegar a cometer las estupideces más estúpidas por dinero.
Pero, por las dudas tu avaricia no sea suficiente, las historias que nos cuentan son bien tristes (nuestro interlocutor se está muriendo de cáncer, está en un campo de refugiados de la ONU, es un sobreviviente de las Torres Gemelas/el Tsunami/Katrina, etc.) y están aderezadas con más apelaciones a Dios que un sermón de un predicador enfervorizado y milagrero, aleluyah.
Y lo que sigue después es el famoso “cuento del tío” (o del “dictador africano”) con proporciones internacionales: cuando el mugu (el “gil”, es decir, vos, yo, cualquiera) muerde el anzuelo de una de las tristes historias aparece el “abogado” de nuestro “socio” que nos informa que hay que coimear a algún funcionario, pagar unos gastos administrativos o abonar lo que se debe en concepto de custodia de los dos baúles (y el costo por día es altísimo) y nos apura para que mandemos rápidamente el dinero por Western Union, porque el tiempo es crucial (siempre hay un grupo de malvados, ya sean parientes, tropas rebeldes o el mismo sistema financiero, que se quieren apropiar de esta fortuna). En ocasiones uno también tiene que enviarle información bancaria y una copia de su pasaporte (que utilizarán para robo de identidad, falsificación de documentos o, incluso, hasta la pequeñez de presentarnos de garantes en transacciones o pedidos de visas).
Por supuesto, para que no dudemos recibiremos fotos de nuestros amigos en aprietos y de los famosos dos baúles y un montón de documentación alevosamente falsa (llenos de faltas de ortografía e, incluso, en algunos se les nota que están impresos en una chorro de tinta barata). Los más sofisticados llegan a montar cuentas bancarias y sitios web falsos, como para hacer aún más verosímil la ficción.
Y a partir de aquí pueden suceder dos cosas: o nuestros “amigos” continúan sacándonos dinero vía Western Union con la excusa de las tarifas e impuestos o, viendo que uno es un ultra-mugu dispuesto a soltar dinero en grande, pasamos al siguiente “nivel” y somos invitados a reunirnos en algún país africano o europeo - generalmente España y Holanda -, trayendo, por supuesto, una valija llena de dinero y algún “regalito” tecnológico (una laptop, un celular, unos cuantos relojes) para él o su familia. Y allí veremos en vivo y en directo a los dos famosos baúles, repletos de billetes... este, bueno, billetes son los de arriba, lo de abajo son papeles negros que nuestros “amigos” nos aseguran que son los billetes cubiertos con una pintura especial para evitar que los malvados parientes/rebeldes/funcionarios (¿los recuerdan?) se apoderasen del dinero. Porque esta pintura sólo se puede sacar con un líquido especial (agua o algún solvente orgánico común y corriente) y, además, destruye la tinta del billete si se los expone al aire libre (oh oh). Nuestros amigos nos mostrarán cómo funciona este maravilloso líquido e, incluso, nos dejarán limpiar un billete que nosotros elijamos al azar (obviamente, en este momento aplican una táctica de distracción para asegurarse que elijamos el billete negro correcto y no uno de los papeles pintados).
Una vez que estamos convencidos se nos informa que, por supuesto, el líquido especial tiene su precio, el cual debemos pagar (usualmente, entre 20.000 y 500.000 dólares).
Si tenemos suerte, nos convertimos en los afortunados “propietarios” de dos baúles repletos de papelitos, además de ser nominados para el “Ingenuo de Oro” y el “International Moron Award”. Pero podemos no tener suerte y encontrarnos que, mientras lavamos nuestros “billetes”, nuestros “socios” avisaron a la policía y que, encima, nos robaron nuestro pasaporte, convirtiéndonos en un extranjero ilegal e indocumentado - aparentemente, un delito muy grave en Nigeria. Eso si no somos secuestrados, torturados o, incluso, asesinados (existe al menos un caso registrado, aunque probablemente haya algunos muertos más de los que no se supo nada).

HAVE YOU EVER SEEN MILLIONS BEFORE???

La Estafa Nigeriana, también conocida como la 419 (bautizada irónicamente así por la sección del código penal nigeriano que condena los fraudes y estafas) es una “industria” muy rentable que mueve millones y millones de dólares por año y que existe desde hace mucho, mucho tiempo. La versión “nigeriana” se inició en la década del 70, claro que en forma de carta “tradicional”, luego pasó al fax y ahora al email, pero al menos existe una versión (la del “prisionero español”) que circulaba en la década del 20 y se cree que había una o más funcionando allá por el siglo XVI. O sea, una estafa con una larga estirpe.
Y con familia simultáneamente activa, porque en forma muy similar funcionan las estafas de la Lotería Instantánea o las de Problemas en su Cuenta de Ebay (o del Citibank o de American Express): la tentación de una recompensa millonaria luego de que gatillemos algunos miles de dólares en concepto de “tarifas” e “impuestos”.
Hay que tener en cuenta esto: No importa si el mail viene desde Nigeria, Sierra Leona, Filipinas, Irak o Florencio Varela, o si quien nos contacta es la viuda de un honesto comerciante, el hijo de un granjero asesinado o una niñita en un campo de refugiados, siempre  se trata de la Estafa Nigeriana y debemos cuidarnos de no caer.

La venganza será terrible

O, al menos humorística. Porque mucha gente (vos, yo, cualquiera), con el suficiente raciocinio para no tragar el anzuelo comenzó a hacer lo que virtualmente se ha convertido en un nuevo género literario y que podríamos llamar “la contra-estafa nigeriana”: escribirles haciéndoles creer que uno ha caído en la trampa y seguirles la corriente lo más posible, aprovechándose del hecho de que los perpetradores de la estafa generalmente suelen ser muchachos de un mediocre nivel educativo y cultural y con un manejo del idioma inglés que deja bastante que desear (otras veces no, y se hacen los ignorantes a propósito).
Sí, ya sé, suena cruel, pero no nos olvidemos, se trata de criminales que nos están tratando de robar dinero, gente despreciable de un buen poder adquisitivo, con acceso a internet y a muchos recursos, no pobres campesinitos tercermundistas que se ven obligados a estafarnos para poder comer. Los que hacen la 419 son malas personas pertenecientes a organizaciones mafiosas que no merecen piedad.
Aparte, esta “justicia poética” les hace perder tiempo que podrían usar para engañar a otros incautos y les hace gastar horas de conexión en los cibercafés que utilizan como base de operaciones. Por supuesto, también está el recurso de denunciarlos formalmente (Interpol, FBI, etc.), pero no es tan divertido.
Porque la contraestafa es divertida y ha producido cientos de historias delirantes, y que lo dejan a uno pensando en lo obsesionados en quitarnos nuestro dinero que están los estafadores para no darse cuenta de que están siendo alevosamente tomados para la chacota.
Obviamente, resumirlas sólo dará un pálido reflejo de lo qué son las historias en su formato original, pero, a menos que sepan inglés y quieran darse una vuelta por Scam-O-Rama (que recopila cientos - y no en sentido figurado - de historias así como testimonios de gente que realmente cayó en la trampa e información muy seria sobre la 419), o por Quatloos, o por los muchísimos sitios personales de quienes decidieron practicar la contra-estafa, deberán conformarse con estos resúmenes realizados por un servidor:

Caso 1: Por una cabeza

Albert Abossi, nuestro estafador-du-jour, se contacta con Thomas Equine Malthus Mallory III, una cabeza humana en espera de un transplante de cuerpo que es mantenida artificialmente en la lovecraftiana Universidad de Miskatonic, hecho que no le llama en absoluto la atención a Albert. Es más, en mitad de la historia Mallory muere y la abogada de éste, Melanie Rourke, repetidamente y cada vez con mayor grado de violencia verbal le comunica a Abossi el fallecimiento de la cabeza de Thomas. ¿Esto lo detiene? No, sigue enviándole e-mails a Thomas como si siguiera vivo (aunque es consciente de su muerte, porque la menciona), así que éste no tiene más remedio que volver del Más Allá para atender al demandante Albert. Finalmente, el autor detrás de esta historia tiene que confesarle a Abossi que se estuvo burlando de él todo el tiempo, para así cerrar de una buena vez el intercambio epistolar.
[la historia original, aquí]

Caso 2: La Comunidad de la Estafa.

Muy frecuente es que los contraestafadores se escondan detrás de la máscara de un personaje conocido. Así, los muchachos de Lagos han intentado estafar a Bart Simpson, Pedro Picapiedra, Anakin Skywalker, Jean-Luc Piccard, James T. Kirk, etc.
Sí, ya sé, se preguntarán “¿es que los estafadores estos viven dentro de un calefón?” No lo sé. Creo que es que están tan monotemáticamente enfocados en quitarnos el dinero que no caen que están intercambiando mails con el ratón Mickey o, como es el caso este, con Boromir de Gondor. Quien con sus socios debe deshacerse de una antigua y valiosa joya en una aventura de considerable riesgo, por lo que el dinero que Rodney Mbonu les ofrece les resultaría muy útil para comprar un jet y llegar a destino sin problemas.
Y así va la historia, con múltiples referencias a El Señor de los Anillos trasladas a la época actual (muy buena es la parte en la que Boromir le dice a Rodney que no lo llame porque están por entrar a Moria y allí no hay buena cobertura de celular). Lamentablemente la historia termina anticlimáticamente, aparentemente Rodney se dio cuenta de que estaba siendo burlado y desapareció (otros estafadores, más calentones, llegado este punto te amenazan y te echan maldiciones vudú).
[la historia original, aquí]

Caso 3: Hombres de Encaje Negro

Lograr una historia absurda en la que se testea la paciencia del estafador es el objetivo de todo contra-estafador, pero un bonus es conseguir una foto graciosa de nuestro “amigo/a” (y el premio mayor es conseguir que ellos manden dinero, lo que no es frecuente pero ha sucedido más de una vez). Lo normal es hacer que el chochamu se saque una foto o se pare frente a una webcam con un cartel que tiene escrito un mensaje, generalmente en otro idioma y generalmente obsceno, aunque algunos suben la apuesta.
Como hizo un hacker de Suecia, quien descubrió que uno de nuestros amigos estaba posteando en un foro de encuentros, en busca de compañía femenina. Así que bajo el nombre de Mandy se contactó con Micheal (sic) Ofori y se inició un intercambio epistolar que fue subiendo de temperatura amorosa. Luego de algunas fotos normales de Micheal, Mandy comenzó a solicitarle una foto un poco más hot... y la consigue: Micheal en shorts. Mandy le retribuye con una de ella sacándose el vestido, le pide otra, Micheal satisface el pedido (ya no está en boxers sino en slip), Mandy comienza a desnudarse y le pide a Micheal una foto de él con corpiño y bombacha (con la excusa de que a ella la calientan los hombres con lencería femenina).
Aquí la cosa se complica porque aparece otro muchacho, quien por momentos se llama Godfred Aduam y por otros se llama también Micheal Ofori. O sea, Mandy comienza a tener correspondencia con dos diferentes Micheal. Ah, el nuevo Micheal comienza a pedir dinero (el otro lo insinuaba, nada más).
Mandy sigue insistiendo por la foto de Micheal (de cualquiera de ellos) en corpiño. Los muchachos están reticentes, eso del travestismo es demasiado para ellos. Además, están más preocupados en asegurarle a Mandy que el verdadero Micheal es él y no el otro.
Finalmente, Micheal 1 sale del closet y manda una foto de él con un corpiño negro. No está muy sexy el pibe, a decir verdad. ¡Pero esto no queda acá! Micheal 1 (¿o Micheal 3?) cambia su apellido de Ofori a Asiedu (aunque su nueva dirección de email dice que es Michael Anasky) y le pide ayuda a Mandy para entrar a EE.UU.  Micheal 2 sigue pidiendo dinero.
Otra foto de Micheal 1 le llega a Mandy, esta vez con un corpiño blanco y un poco más sexy (no mucho), lo que gana el corazón de nuestra pícara contra-estafadora. ¡Algo tiene que hacer Micheal 2! ¡Y lo hace! Manda una foto de él en corpiño y bombacha, pero con el agregado de que se ha puesto un buen relleno en las tetas y tiene una peluca rasta en su cabeza.
Pero a Mandy no la calienta y le pide que mande otra, sin peluca ni relleno. Micheal 2 (que ha vuelto a llamarse Godfred) lo hace. Lindo el pibe.
Por otro lado, Micheal 1 sigue queriendo entrar a EE.UU. pero no le manda a Mandy una copia del pasaporte (al parecer escanearlo le sale muy caro), así que ella le propone un método alternativo de identificación: el registro dental. Y obtiene la foto buscada, Micheal abriendo la boca y mostrando su dentadura a la cámara.
También, en un epílogo a toda esta comedia de enredos y travestismo, Mandy usa sus encantos femeninos y logra que Godfred confiese que es un estafador que roba tarjetas de crédito para realizar fraudes online.
[la historia original, aquí]

Caso 4: Pero el amor es más fuerte.

Generalmente las historias de contraestafa duran poco, nuestros interlocutores se cansan y/o se avivan de que les estamos tomando el pelo. Pero hay veces que siguen. Y siguen. Y siguen.
Creo que la más larga de todas es la protagonizada por Felicity Primm, Isabella D’Oliveira y J. Cosmo Newbery (tres personajes de los muchos que habitan en la cabeza de un australiano que incluso ha publicado un libro con sus historias de contraestafa). Se inicia en octubre de 2002 y termina a fines de enero de 2004 y tiene más vueltas que un culebrón.
Todo comienza cuando Felicity recibe el mail de Kenneth Nweze, un joven de 22 años cuyos padres murieron en el atentado a las Torres Gemelas dejándole 25 millones de dólares atrapados en quién sabe qué corralito. Muy pronto el intercambio epistolar va mutando desde lo estrictamente financiero, Kenneth pierde el foco de la estafa y empieza a enamorarse perdidamente de Felicity, le perdona “su pasado” como prostituta, le promete que la va a hacer Alcaldesa y Princesa de Lagos, le envía poemas románticos, otra que Corín Tellado, fíjese. Interviene J. Cosmo Newbery, quien como abogado de la señorita Primm tiene el triste deber de comunicarle el fallecimiento de la misma (incluso manda un recorte de diario con la ficticia noticia de la muerte, un relato absurdo e hilarante con viejecitas nudistas que practican deportes extremos, un transporte de pelucas, una bicicleta desbocada y un cazador de mente bastante lineal). Pero Kenneth insiste y sigue mandándole mails a la muerta, mientras se cartea con Newbery, exigiéndole una foto del cadáver. Esto sigue unos cuantos días hasta que Newbery le pasa la posta a Isabella D’Oliveira, la sobrina de Felicity, una adolescente bastante frívola, con la esperanza de ponerle un punto final a la historia. Pero Kenneth insiste y empieza una nueva historia de amor, esta vez con Isabella. Pero ella no está interesada como su tía y lo trata mal. La reacción de Kenneth es creer que Isabella es Felicity. Finalmente, Isabella, Felicity, Newbery y el Autor le envían un mail revelándole el engaño. ¿Esto detiene a Kenneth? No, insiste. Resucita Felicity, quien en realidad había estado raptada por el pérfido Newbery y la historia continúa, con intrigas, conspiraciones y patéticas declaraciones de amor. Incluso Kenneth habla por teléfono con el responsable de todo esto (como dije, un australiano de unos 50 años), quien, ya aburrido, le revela el engaño. Sin embargo, Keneth sigue sin creer del todo que Felicity sea un personaje ficcional e insiste.
La trama se vuelve más telenovelesca. Felicity intenta matar a Newbery y va a la cárcel. Felicity escapa.  Felicity y Newbery se van a casar (incluso le envían a Keneth la participación por correo, aunque nunca le llega). Felicity escapa la noche previa a la boda. Felicity muere otra vez. Felicity resucita. Y Keneth que sigue y sigue, aunque con dudas, con su intención de casarse con Felicity. Hasta le envía por correo un anillo de compromiso (una baratija, pero anillo al fin). Finalmente Felicity le revela que ella es una bruja de 549 años de edad que vive de chuparles la energía vital a sus amantes. Esto aparentemente termina de cansar a Keneth (¿o lo asusta?) y la correspondencia acaba (aunque uno nunca sabe).
[la historia original comienza aquí]

Consejos finales para los lectores que no aceptan un rol pasivo

Ser un autor de la contraestafa es una tarea entretenida aunque algo desgastante y potencialmente peligrosa (no nos olvidemos, nuestros interlocutores son criminales). Pero si se tienen algunas precauciones uno puede pasar un momento agradable, lograr una linda historia y enviársela a Scam-O-Rama para su publicación.
Algunos datos a tener en cuenta para iniciarse en este “deporte extremo”:
  • Para empezar, usen siempre un alias. Al fin y al cabo, si los estafadores no les están diciendo su verdadero nombre, ¿por qué han de hacerlo ustedes?
  • Usen una cuenta de e-mail gratuita y dedicada sólo a la contraestafa. No importa si la carta original la recibieron en su cuenta principal, los estafadores no se dan cuenta.
  • No den jamás un dato verdadero y traten de borrar sus huellas lo más posible. Aparentemente los estafadores no suelen perder el tiempo persiguiendo a quienes se han burlado de ellos pero uno nunca sabe.
  • Revisen periódicamente la carpeta de correo basura (si es que tienen filtro anti-SPAM) o hagan con la cuenta de nuestro alias todo lo que no harían con la “buena”, como para exponerse a una lluvia de SPAM.
  • Una vez contactados mostrar entusiasmo pero a la vez una cierta reticencia, como para no delatarse de entrada. Tampoco conviene ir de lleno al delirio, sino ir dosificándolo hasta que ya sea demasiado tarde y el interlocutor se encuentre atrapado en la historia.
  • A los dos o tres mails el personaje de contacto se retira y aparece el “abogado”. Exijan que vuelva. Discutan con el abogado. Pónganse quisquillosos sobre detalles mínimos. Oféndanse por pavadas. Hablen mal de él con el contacto. Tergiversen la información que reciban de uno y otro.
  • Si se ven obligados a dar un número telefónico (y van a estarlo, se los aseguro, porque los estafadores quieren hablar con nosotros y mandarnos faxes) invéntenlo. O sáquenlo de la sección de clasificados eróticos. O usen el de un teléfono público. O el del FBI, la CIA, el Servicio Secreto de su Majestad o la Bonaerense. O invéntense sordera, mudez o telefonofobia.
  • Invéntense complicaciones legales y físicas. Pónganse paranoicos. Muéranse. Resuciten. Sufran una desgracia justo justo justo cinco minutos antes de ir a enviar el dinero por Western Union. Etcétera.
  • Traten de ponerse off-topic. Focalícense en los detalles biográficos que les contaron al contactarlos. Si tienen hijos y el alias de ustedes también los tiene, propónganles que los chicos intercambien mails (esto implica crear una nueva cuenta para otro alias --- o hacer equipo con un amigo, ¿por qué no?).
  • Si la biografía del contacto es triste, las suyas pueden serlo aún más. Como los estafadores no van a mostrar piedad ante el dolor ajeno (a lo sumo un par de frases corteses y nada más) ustedes van a tener la posibilidad de ponerse agresivos y molestos.
  • Los estafadores invocan a Dios en sus mensajes, así que invítenlo al Barba. Discutan de religión, traten de convertirlos a un culto extraño, citen la Biblia, inventen citas de la Biblia, conviértanse en sacerdotes, háganlo hablar al mismísimo Yahveh, lo que sea.
  • Y, por supuesto, son ustedes quienes deciden cuánto dura y hasta dónde quieren llegar. Nadie los va a llamar cobardes porque abandonen una historia si sienten miedo de los energúmenos al otro lado del email.

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