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Lo único que hacemos es desear

Alinean los cadáveres en la calle. Uno de ellos es el mío, o eso creo. Es difícil saberlo, y no sólo porque los cadáveres están desfigurados. Las percepciones cambian completamente cuando uno está muerto. Nada que ver con lo que dicen aquellos que afirman haber vuelto de la muerte. Uno no ve su cuerpo mientras su alma se aleja hacia un túnel de luz, porque no hay ojos, ni orejas, ni narices ni ningún otro órgano por el cual percibir. De muerto no se ve, ni se oye ni se siente nada. Esto no quiere decir que no haya percepciones. Las hay, y a montones, pero son todas diferentes a las de cuando uno está vivo. Por supuesto, no se las puede nombrar porque, como durante la vida no se las experimenta, no existen palabras en el lenguaje para hacerlo. Los muertos no utilizamos palabras para comunicarnos entre nosotros, así que tampoco las llamamos de ninguna manera. No tenemos necesidad. El desear comunicar algo ya es comunicarlo. Quizás esto sea un efecto de la ausencia de tiempo. Acá el tiempo no corre. Por ejemplo, en el “ahora” del comienzo de este relato están alineando los cadáveres y en el “ahora” de ahora eso ocurrió hace veinticinco años. Y ahora faltan cuarenta y cuatro años para que eso ocurra. Y ahora la masacre sucedió hace sesenta y nueve millones trescientos veinticuatro mil ochocientos treinta y siete años y nadie la recuerda. Ahora se acaba el universo. Ahora se origina el universo. Es así la cosa, el tiempo lineal y unidireccional no existe para nosotros, es simultáneamente un campo infinito y un punto, desear estar en un momento determinado y en un lugar determinado es estar en ese momento y en ese lugar. Yo deseo escribir este relato y escribo este relato. No sé por qué la escritura de este relato en el mundo de los muertos tiene su correlato en el mundo de los vivos, quizás mi deseo está intersecando algún sector del espacio-tiempo. Suelen suceder esas cosas. A veces los vivos las llaman fantasmas.
Están alineando los cadáveres en la calle. Tienen que quedar bien para la foto. Los cadáveres alineados y bien ordenados, todos apuntando para el mismo lado, hacen un mejor efecto en las fotos, impresionan más, la gente que queda viva dice “¡uy! ¡cuántos que murieron!”, desparramados no llaman tanto la atención, sólo dicen “murió gente”. También quedan bonitas las fotos de los objetos perdidos en la masacre, un par de zapatillas rotas y sin dueño dan una sensación de ausencia que ni te cuento. Impresionan más que un cuerpo sin vida y desfigurado porque la gente las puede mirar de frente sin asco y sentir que simbolizan la muerte del que las usaba. Quien quizás sigue vivo, pero no importa, porque esas zapatillas son un símbolo de la tragedia, son la tragedia en sí.
Yo estoy aquí. De vivo y de muerto. Mi cadáver es uno de los que están alineados en la calle. Los periodistas están hablando junto a nuestros cuerpos, dicen cada estupidez que me da vergüenza repetirlas. No saben nada de lo que pasa. Nosotros sí, porque estamos muertos y podemos tar el momento en que todo comienza. Tar es una de las percepciones que uno tiene de muerto. La llamo así porque es medio como estar y un poco parecido a ver. Podría llamarla klopecurneacompobulear, pero prefiero tar, es más cómodo y sencillo.
Tocan Inadaptados Irrecuperables, la banda del momento, el orgullo del Oeste suburbano, la promesa de los desposeídos. No sé qué hago yo, en el recital, porque odio a Inadaptados Irrecuperables y sus letras obvias, llenas de golpes bajos y frases demagógicas dirigidas a un público resentido y de bajo nivel cultural. O sea, sí sé qué hago yo, me han regalado una entrada y me da pena que se pierda. Llámenme tacaño o lo que sea, no me importa, total, estoy muerto y los insultos no me afectan. Además, las minas que van a ver a Inadaptados Irrecuperables están todas más calientes que una coneja ninfómana. No todas están lindas, en realidad la mayoría son bastante feúchas, medio gorditas y con ese flequillo ridículo que las identifica, pero a mí no me importa mucho cómo se ven, lo importante es ponerla, y con las fans de Inadaptados Irrecuperables eso es algo seguro. Así que supongo que ustedes me entienden cuando digo que no sé y sí sé qué hago yo aquí, en el recital.
Están tocando “Nena viciosa, vení y sobámela” cuando entran las tropas de asalto. Quizás me faltan reflejos o estoy demasiado distraído mirándole las tetas a la pendeja que está al lado mío y por eso no atino a huir. Tiene buenas tetas la mina y es lindo vérselas saltar en la remerita sudada. ¡Cómo me hubiera gustado chuparle esos pezones duritos y hundir mi nariz en su tajo húmedo y carnoso! Pero ahora estoy muerto y ya no puedo ni chupar, ni tocar, ni oler, ni nada. Puedo jamar, gurbar, fexkir y qrañer, pero no es lo mismo. Ni siquiera es parecido, y aunque lo fuera, no hay pezones ni conchas ni culos paraditos en el mundo de los muertos. Apenas podemos decir que tenemos identidad, y esto es más por inercia atávica que por otra cosa.
Los periodistas están diciendo otra cosa junto a nuestros cadáveres. No mencionan las tropas de asalto. Los menos informados culpan a alguien que tiró una bengala, los que más saben dicen que es un enfrentamiento entre los seguidores de Inadaptados Irrecuperables y los de Huinca Code. Es una rivalidad que viene de lejos la que existe entre Inadaptados Irrecuperables y Huinca Code. Dicen que es porque ambas apuntan al mismo nivel socioeconómico de clase media baja suburbana, aunque Inadaptados apela a los sentimientos libertarios que todos tenemos mientras que Huinca apunta a nuestros sentimientos más reaccionarios y nacionalistas. Algunos se sienten desconcertados de que una banda con un discurso tan patriotero como Huinca Code tenga una palabra en inglés en su nombre, no saben que en realidad es una palabra en mapuche o mapudungum que significa “idiota” y que califica al “hombre blanco” de la otra palabra. Es una confusión muy común en este mundo globalizado, como decir “absaid” por “ábside” o “uans” por “once”. No, no se rían, escucho a más de uno pronunciar mal esas palabras. Yo creo que los que Huinca Code lo hacen a propósito. Eso o son más idiotas de lo que parecen. Lo cierto es que los fans de una banda odian a los de la otra y viceversa. Pero las tropas de asalto que nos matan no son todos fans de Huinca Code, aunque algunos sí lo son. A las tropas las manda Ignacio Bocarrubia, el exitoso empresario líder del neoliberal partido “Iniciativa Republicana”, en parte en venganza contra Inadaptados Irrecuperables porque no permiten que sus temas suenen en la radio propiedad de Bocarrubia, en parte por un ajuste semimafioso con Jaime Gamine, el dueño de Paradisco, el boliche donde toca Inadaptados Irrecuperables, y en parte para perjudicar la buena imagen de su rival político y actual alcalde de Concesión, el siempre simpático aunque no siempre honesto Ricardo Cohen. Yo lo sé porque toy en el preciso instante en que le da la orden a sus sicarios. También toy en su cabeza y pato sus pensamientos, así que sé cuáles son sus intenciones. Podría decirse que patir es como escuchar y sentir de forma empática y telepática, de la misma manera en que podría decirse que oler es gustar por la nariz, no sé si me explico. Digo que el ajuste que Bocarrubia le hace a Gamine es semimafioso porque por un lado se debe a que el último es su principal competidor en el mercado de los espectáculos de rock y por otro a que Gamine le roba la novia a Bocarrubia cuando ambos van al Colegio “San Emerencio” de los Hermanos Maratistas. Bocarrubia quiere también ocupar la alcaldía de Concesión y no tolera haber perdido las últimas elecciones.
Si bien quienes nos matan son otros, es Bocarrubia el que manda matarnos y por eso muchos de los que morimos deseamos vengarnos. Nuestro deseo de venganza interseca el espacio-tiempo cuatro años, seis meses y veintidós días más tarde de la Matanza de Paradisco, que es como llaman los medios a nuestra muerte, aparecen pruebas que lo incriminan en este hecho y, además, como capo de una red de narcotráfico y prostitución infantil. Lamentablemente el escándalo estalla cuando estalla la Decimoquinta Guerra Intercontinental y la gente no puede concentrarse en humillar a Bocarrubia como deseamos. La marea de los acontecimientos históricos es más fuerte y nos sobrepasa. Nuestro deseo de venganza interseca el espacio-tiempo veintidós años antes de la Matanza de Paradisco y corre el rumor en el Instituto Nuestra Señora del Sufrir Incontenible, donde estudia la novia de Bocarrubia, que a Ignacio le gusta que le carguen carne por la popa y entonces Cristina Veraefigie rompe el adolescente idilio que los unía y le presta atención al acoso romántico y sexual de Jaime Gamine. En cierta manera sentimos que sellamos nuestra propia suerte, así que nuestro deseo de venganza interseca el espacio-tiempo y logramos que Bocarrubia se caiga de las escalinatas de su mansión a los setenta y ocho años, se quiebre las caderas y muera de septicemia.
Por los tubos de ventilación se deslizan los hombres de Bocarrubia. Otros entran por las puertas traseras del viejo galpón de ferrocarril devenido boliche de rock. Algunos de los guardias de seguridad contratados son agentes de Bocarrubia y por eso las salidas de emergencia están bloqueadas. Otros guardias de seguridad contratados no son agentes de Bocarrubia sino cadáveres degollados por sus compañeros conjurados. Los músicos de Inadaptados Irrecuperable son los primeros en morir, así aprenden que con el Zar del rock nadie se mete. El público espantado intenta huir, pero no tiene escapatoria. A mí me mata una bala entre los ojos aunque las otras siete también podrían haberlo hecho. Sólo es una cuestión de cuál llega primero. Las balas salen de la metralleta que empuña el Nene Alonso, presidente del club de fans de Huinca Code y concejal por Iniciativa Republicana. Mi deseo de venganza interseca el espacio-tiempo y su madre muere cuando el Nene tiene seis años. El deseo de venganza de Nelly Ramírez de Alonso interseca el espacio-tiempo y a mí me regalan una entrada para ir a ver a Inadaptados Irrecuperables. A Mónica Vivaldi, la pendeja de las tetitas saltarinas, las esquirlas de la granada que arroja Esteban Pandolfo le dejan la cara hecha una albóndiga semicocida. El deseo de venganza de Mónica Vivaldi interseca el espacio-tiempo y un reflector cae sobre la cabeza de Pandolfo. El deseo de venganza de Esteban Pandolfo interseca el espacio-tiempo y al hermano de Mónica lo devora un tiburón cuando festeja el 50 aniversario del fin de la Decimoquinta Guerra Intercontinental en la Reunión de Ex Combatientes en Mar de los Hipocampos. El deseo de venganza de Roberto Vivaldi interseca el espacio-tiempo y Pedro Panne d’Olfo es atravesado por el puñal de Sancho Talarga luego de que este lo encuentra fornicando con su hija adolescente. El deseo de venganza de Pedro Panne d’Olfo interseca el espacio-tiempo y hace que el traje presurizado de Emilio 5-Narciso se rompa cuando explora la superficie de Ganímedes. También el deseo de venganza de Pedro Panne d’Olfo interseca el espacio-tiempo y logra que el general Hugo Talarga sea capturado por sus enemigos y deportado a la inexpugnable Isla de los Mil Demonios. El deseo de venganza de Emilio 5-Narciso interseca el espacio-tiempo y la trompa de un mamut quiebra la columna vertebral de T’kkerhwel. El deseo de venganza de T’kkerhwel interseca el espacio-tiempo y Cayo Quinto Vapuliano es emboscado y asesinado por una horda de bárbaros. El deseo de venganza de Cayo Quinto Vapuliano interseca el espacio-tiempo y hace sufrir a un ancestro o un descendiente de cada bárbaro una muerte dolorosa. Éstos a su vez hacen lo mismo con los ancestros o descendientes de quienes les inflingieron la muerte dolorosa.
“Y así sucesivamente” debería seguir la frase anterior, pero esto implicaría que la cadena de deseos de venganza es secuencial y consecutiva en el tiempo, cuando en realidad no lo es. No hay un inicio en esta cadena, no hay un final en esta cadena porque no hay cadena. Si acá existiera el tiempo diría que todo transcurre en el mismo momento, pero como acá el tiempo no existe no lo puedo decir. Los muertos estamos fuera del tiempo. No hay transcurrir. Ese es el defecto principal de las descripciones de la Eternidad, que parece un tiempo sin fin que uno experimenta sin sentir sus efectos adversos, cuando en realidad la Eternidad no dura nada. Aquí no hay principio ni medio ni fin. Acá lo único que hay son muertos, todos los muertos del universo, sin distinción de especie, orden, clase, familia, reino o planeta. Todo lo que está vivo está acá. “Y siempre estuvo” diría, si no fuera que “siempre” y “estuvo” son palabras atadas al tiempo, pero sí, todo lo que está vivo siempre estuvo acá. Salvo cuando ocasionalmente el deseo de alguno interseca el espacio-tiempo y nace.
Porque ocasionalmente nos parece interesante sentir las limitaciones del espacio y del tiempo.
Ocasionalmente, claro.
Más sería vicio.

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